10 formas de motivar a sus empleados (III y último)

Las personas somos muy distintas unas de otras. Esta realidad se hace más evidente cuando se tienen responsabilidades en la dirección y gestión de plantillas: lo que motiva a un empleado no es necesariamente lo que motiva a otro. Pero existen motivadores universales que pueden mejorar el ambiente de trabajo así como los resultados obtenidos a corto plazo. Conozca cuáles son y cómo aplicarlos.

empleados

Resumen
  •  Favorecer la participación de los empleados en decisiones que les afectan aumenta su compromiso con la empresa.
  •  Si quiere delegar debe favorecer la autonomía de sus empleados.
  •  Cuando fije objetivos, tenga presente que cada persona tiene aspiraciones distintas dentro de la empresa.
  •  Haga partícipes a los empleados de los logros obtenidos por la empresa.
  •  La objetividad en la evaluación del desempeño debe convertirse en una norma inapelable.

En posts anteriores hemos visto cómo la motivación influye en el rendimiento de las personas ante una determinada tarea. Aplicando las teorías motivacionales al campo empresarial se obtienen los principios recogidos en este artículo. Aquí puede consultar los cinco primeros.

  1. Involucre a los empleados

Cuando se adquiere el hábito de involucrar a los empleados en la toma de decisiones que les afectan directamente, se descubre que son muchos los temas en los que se puede solicitar su opinión. Desde la simplificación del proceso de elaboración de un producto, hasta una mejora introducida en el proceso que se sigue para impartir la formación.

Es más probable que los empleados acepten utilizar el nuevo uniforme si han tomado parte en la decisión de su elección que si les ha sido impuesto sin contar con su aportación. La participación facilita el compromiso.

En caso de discrepancia, la empresa siempre tendrá la última palabra.

  1. Fomente la autonomía

Lo más importante cuando tenemos trabajadores bajo nuestra responsabilidad no es la cantidad de poder que tenemos sobre ellos, sino cómo utilizamos ese poder. Hay que tratar de que los empleados se conviertan en colaboradores y para ello hay que darles libertad para tomar algunas decisiones.

Siempre obtendrá mejores resultados de una tarea que se realiza de forma “desorganizada” por personas implicadas y comprometidas con ella, que de una tarea detallada y definida en cada paso realizada por personas desganadas y que no se sienten partícipes de la misma.

Permita que cada empleado exprese su propia forma de ser, la confianza en sus empleados es la base de su productividad.

  1. Establezca alianzas con cada trabajador

Conozca las necesidades de cada uno de sus trabajadores sin limitarse al aspecto económico. Prepare con cada uno una estrategia de desarrollo personal y de adquisición de nuevas habilidades dentro de la empresa. Fije metas individuales a conseguir por cada uno. Sintonice las metas personales con las metas de la empresa, de manera que la consecución de logros de la empresa suponga una mejora en el desarrollo del empleado, y viceversa.

  1. Celebre los éxitos

Toda empresa tiene (o debería tener) unos objetivos que alcanzar. Estas metas deben ser conocidas por los empleados. Todos deben tener claro en cada momento tanto la situación de la empresa con respecto a esos objetivos, como su propia situación. Puede hacerse colocando gráficos en lugares visibles, publicando informes o mediante comunicaciones personales. Lo importante es que la información esté al alcance de todos.

Cada vez que se alcanza una meta hay que celebrarlo, darle valor. Cuanto más ambicioso sea el objetivo alcanzado más importante debería ser la celebración. Recompensar el esfuerzo es uno de los motivadores más directos que existen.

  1. Utilice el desempeño para discriminar la tarea realizada

 Cuando deba evaluar a sus empleados hágalo centrándose en el desempeño. Asegúrese de que todos saben cuáles son los criterios que se van a seguir al evaluarles. Proporcione a cada empleado por escrito lo que la empresa espera de él. Explique todo lo que no quede claro y obtenga su compromiso de que trabajará por cumplir esos objetivos. Asegúrese de plantear logros medibles.

Tendrá un poderoso argumento si, al realizar la evaluación de su desempeño, tiene que comunicarle unos pobres resultados. El trabajador no se sentirá engañado si sabía de antemano lo que se esperaba de él.

Si ha cumplido las expectativas: recompense el trabajo realizado y fije nuevas metas realistas con él.

Estos son algunos métodos prácticos y sencillos para aumentar la motivación de la plantilla. De nosotros depende llevarlos a la práctica y mejorar tanto el ambiente de trabajo como el rendimiento de los empleados.

10 formas de motivar a sus empleados (II)

Como ya indicábamos en el artículo anterior, uno de los mayores activos de la empresa es contar con una plantilla motivada. Además de mejorar el ambiente de trabajo facilita el compromiso de los empleados con la empresa para la que trabajan. Cuando las personas se sienten justamente reconocidas tienden a demostrar su lealtad mejorando en lo posible su desempeño laboral.

ejecutivo

Resumen
  • De bien nacido es ser agradecido… y además mejora la relación con los trabajadores.
  • Dedique algo de su tiempo a conocer qué piensan sus empleados. Podemos aprender mucho de nuestro negocio escuchando a los demás. 
  • La forma más rápida y eficaz de conseguir que un trabajador haga bien su trabajo es ofrecerle información acerca de cómo lo está haciendo.
  • Cuide el ambiente laboral. A nadie le gusta pasar un tercio de su día rodeado de malas caras y vibraciones negativas.
  • Permita que las personas que trabajan con usted tengan información acerca de la empresa. No se puede amar aquello que se desconoce.
  1. Sea agradecido 

Hay una tendencia generalizada a creer que el agradecimiento a un empleado queda establecido con el pago de la nómina. El salario debe ser la justa retribución por un trabajo realizado y no un incentivo.

Tenemos poca cultura social para agradecer. Sabemos perfectamente cómo decir a alguien lo que nos molesta de él, pero nos cuesta mucho más trabajo cuando se trata de dar las gracias.

Haga una prueba: envíe una nota agradeciendo su tiempo e interés a ese empleado que hizo horas extras para terminar un proyecto. Será un reconocimiento que tardará en olvidar. O siéntese frente a él y agradezca su esfuerzo. O ambas cosas. No deje pasar demasiado tiempo. Agradezca con frecuencia y de forma sincera.

  1. Dedique tiempo a sus trabajadores

 Las personas necesitamos ser escuchadas. Tal vez éste sea uno de los comportamientos que más satisfacción nos produce: que nos escuchen… y más si se trata de nuestro propio jefe.

Encuentre tiempo para reunirse con sus empleados y escucharlos. Será un tiempo bien invertido.

  1. Proporcione feedback (retroalimentación, información del proceso)

 Mantenga a la plantilla informada acerca de su desempeño. Aunque son mejor que nada, las revisiones anuales dejan poco margen de maniobra para mejorar las cosas. Sea específico al ofrecer información. Y recuerde que, hasta en la peor de las situaciones, se puede sacar algo positivo.

Informe al empleado de su rendimiento, del rendimiento del departamento y el de la empresa. Permítale obtener una idea clara de su posición con respecto al resto de trabajadores y de cuáles son los objetivos a conseguir para mejorar.

  1. Cuide el ambiente de trabajo

 Sea amable con todo el mundo. Si ha de recriminar a un empleado hágalo en privado, si ha de reconocer su labor hágalo en público. Salude a las personas por su nombre.

Las normas de cortesía que sigue su empresa con los clientes externos deben hacerse extensivas también a sus clientes internos, es decir, a sus empleados.

  1. Proporcione información sobre la empresa

Permita a sus empleados conocer todos los productos de la empresa, no sólo aquéllos con los que tienen relación directa. Posibilite que tengan una visión de conjunto de la empresa en la que trabajan. Cuanto más conozcan la empresa más vinculados se sentirán a ella.

El sentimiento de pertenencia a un grupo es uno de los motivadores más ancestrales del ser humano. Las personas nos definimos por los grupos a los que nos sentimos vinculados y de los cuales nos sentimos orgullosos (equipo de fútbol, partido político, barrio, empresa para la que trabajamos…)

Para que los empleados se puedan sentir orgullosos de pertenecer a una empresa deben conocer qué características la definen dentro del mercado y la hacen distinta de las otras: ventas, premios recibidos, niveles de satisfacción de clientes o empleados, política de ascensos…

Las grandes compañías conocen muy bien la importancia del sentimiento de pertenencia. Prueba de ello es que a todos sus nuevos empleados les ofrecen formación acerca de cómo funciona la empresa, del papel que van a realizar en ella y de cómo su desempeño afectará a sus compañeros y al funcionamiento general de la compañía.

En el último capítulo abordaremos temas tan importantes como el establecimiento de alianzas con cada trabajador, la necesidad de compartir los éxitos de la empresa con los empleados o cómo hacer evaluaciones del desempeño eficaces.

10 formas de motivar a sus empleados (I)

Las empresas que cuentan con plantillas motivadas son también las que presentan mejores números en la cuenta de resultados. Las personas que tienen una alta motivación suelen rendir más en sus trabajos, aprovechan mejor el tiempo y alcanzan con mayor facilidad los objetivos marcados por la empresa. Esto supone un claro beneficio tanto para la empresa como para el propio empleado.

puedo

Resumen
  •  El estudio de los efectos de la motivación en el rendimiento tiene una larga tradición.
  •  Aumentar la motivación de los empleados únicamente a través del salario se convierte en una medida perversa que acaba fomentando el efecto contrario al que se pretendía. 
  • Las 10 formas de motivar a la plantilla que presentamos no tienen coste económico, pero necesitan de la participación de todos los trabajadores de la empresa.

La investigación sobre la motivación se centra básicamente en descubrir los por qué de la conducta humana. Antes de que la Psicología apareciera como ciencia, los filósofos y teólogos ya elaboraban teorías acerca de los motivos que llevaban a una persona a comportarse en una situación determinada de una manera y no de otra.

Algunas de las teorías más conocidas sobre la motivación humana se desarrollaron a mediados del siglo pasado pero sus efectos alcanzan hasta hoy en día.

Maslow publicó en 1954 el resultado de sus investigaciones. Su teoría de la Pirámide se basa en una jerarquía de las necesidades que las personas necesitamos cubrir. Esta teoría se ha visto popularizada a raíz de la aparición de un anuncio publicitario de una conocida marca de carburantes.

  • McClelland redujo a tres estas necesidades: necesidad de pertenencia o afiliación, necesidad de realización o logro y necesidad de poder o control.
  • Holland, por su parte, catalogó seis tipos de personalidad (Realista, Intelectual, Social, Conformista, Dominante y Estética) y los relacionó con los intereses profesionales predominantes para cada tipo.
  • La publicación del libro de Daniel Goleman “La Inteligencia Emocional” ha revitalizado el estudio de la motivación. Para Goleman la capacidad de motivarse a uno mismo es una de las cinco competencias que forman la IE (Inteligencia Emocional). Las personas que dominan esta competencia suelen ser más productivas y eficaces en todo lo que hacen.

Mucho más que dinero…

No negaremos lo evidente: el dinero es importante. Es lo que nos motiva a acudir cada día a nuestro lugar de trabajo. Con el salario cubrimos gran parte de las necesidades que Maslow recoge en la base de su pirámide: alimento, ropa, ocio, etc.

Cuando recibimos por primera vez una compensación económica por el resultado de nuestro trabajo, es evidente que nuestra motivación alcanza niveles máximos. Entendemos esa bonificación como justa recompensa a nuestro trabajo bien hecho.

El peligro está en que, una vez que ese aumento dinerario se repite, pasa a considerarse como un derecho adquirido, como un plus a añadir en nuestra nómina, perdiendo así todo su poder para motivarnos. Es más, si un día dejamos de percibirlo, se consigue el efecto contrario: sentimos que nos privan de algo que ya nos pertenecía, creando el consiguiente malestar.

No se trata de que deban desaparecer las compensaciones económicas. Pero no se pueden convertir en el único método empleado para motivar al personal.

10 formas económicas de motivar

  1. Sea agradecido
  2. Dedique tiempo a sus trabajadores
  3. Proporcione feedback (retroalimentación, información del proceso)
  4. Cuide el ambiente de trabajo
  5. Proporcione información sobre la empresa
  6. Involucre a los empleados
  7. Fomente la autonomía
  8. Establezca alianzas con cada trabajador
  9. Celebre los éxitos
  10. Utilice el desempeño para discriminar la tarea realizada.

En próximos capítulos nos extenderemos en cada una de estas formas de motivación. Cada cuál podrá aplicar aquéllas que considere más oportunas para su propia situación. Pero no olvide que cuántas más medidas sea capaz de poner en práctica, mayor será la motivación de su personal.

Si te falta tiempo, aclara tus metas

falta de tiempoEl gran pensador y filósofo alemán Friederich Nietzsche escribió en cierta ocasión que «una vez que descubres el para qué, cualquier cómo es bueno». Esta es una máxima interesante a tener en cuenta antes de que comencemos a pensar en cómo alcanzar nuestras metas.

Quien más quien menos, en los tiempos que corren, todos vivimos sobrecargados de trabajo, obligados en ocasiones a renunciar a ciertas cosas para poder llegar a tiempo a otras. Es cierto que nuestra sociedad ha avanzado mucho en todos los campos, pero ya hemos comenzado a pagar el precio por ello: nos falta tiempo.

Tiempo. Lo único que no podemos comprar ni vender. Para cada uno de nosotros comienza el día con los mismos minutos por delante para hacer con ellos lo que queramos. O al menos así debería ser. Porque muchas veces acabamos pensando que no hacemos lo que queremos sino lo que nos vemos obligados a hacer por las circunstancias que nos rodean. Pero ¿tiene que ser esto así realmente?

Claridad de metas

Hay personas que han instalado su vida en la urgencia y siempre van faltos de tiempo a todas partes. Su queja es que el día debería tener para ellos algunas horas más que para el resto de los mortales. Intentan organizarse, recurren a agendas que difícilmente pueden cumplir y se comprometen con plazos de los que terminan siendo esclavos.

En el otro extremo, en cambio, están aquellos que ven como pasan los días por delante de sí y no saben cómo atrapar las horas que ven escapar ante ellos. Nunca encuentran el momento de ponerse «manos a la obra». Se acuestan siempre con la sensación de «otro día que ha pasado en blanco».

Lo que tienen en común estos dos tipos de personas es su falta de claridad en sus «para qué». Si no tenemos claras nuestras metas no podremos encaminarnos hacia ellas. Nunca sabremos si vamos por el buen camino o estamos perdidos intentando complacer a los demás, cumpliendo las metas de otros pero no las nuestras.

No todo lo urgente es importante

Cuando no tenemos claros nuestros objetivos en la vida somos incapaces de decidir qué cosas son realmente importantes. Si no nos planteamos para qué hacemos las cosas nunca podremos saber si la tarea que reclama nuestra atención entra dentro de las que son importantes para nosotros o no.

La característica más definitoria de las personas exitosas es que son muy hábiles enfocando su trabajo hacia sus objetivos, sus metas, sus «para qué». Tienen claro aquéllo que desean conseguir y trabajan enfocándose para lograrlo. Se centran en lo que es importante y diferencian si es realmente urgente o no.

Para hacer un poco más complicada la situación, las tareas urgentes por lo general son más divertidas que las importantes, cuando las hacemos es más probable que alguien quede complacido, son más vistosas. Por el contrario las tareas importantes son las más tediosas, las que nos obligan a hacer un esfuerzo extra, las que en el fondo sabemos que debemos realizar ya, pero preferimos ir dejándolas a un lado hasta que acaban convirtiéndose en urgentes. Y son las que marcan la diferencia entre quienes viven agobiados por los plazos y quienes se centran en las tareas que al final les reportan grandes beneficios.

Nos será mucho más sencillo entenderlo si ponemos el conocido ejemplo del estudiante. Nuestro amigo universitario puede elegir entre lo importante, que es llevar las materias al días y hacer sus tareas o bien salir a divertirse con otros jóvenes y estudiar la noche antes del exámen. Para elegir entre una conducta y otra le ayudará mucho tener claro su propio «para qué», su propio objetivo.

Parémonos un momento a pensar en cuáles son nuestros objetivos en la vida, nuestros propios «para qué»: ganar más dinero, dedicar más tiempo a la familia, aumentar nuestras relaciones sociales, ascender a la junta directiva de la empresa, crear nuestra propia empresa, dedicarnos a los necesitados del mundo… Cualquier objetivo es bueno… aunque no todos nos proporcionan, a la larga, la misma satisfacción con nosotros mismos.

Cuál es el precio del éxito

camino al exitoVivimos en una sociedad cada vez más hedonista. Buscamos el placer por el placer y lo justificamos con expresiones como «yo no he venido a este mundo a sufrir». Pero, entre el sufrimiento inútil y la total falta de esfuerzo y compromiso con el mundo que nos rodea, hay un amplio abanico de posibilidades que nos acercan a la felicidad.

El valor del éxito

No me refiero aquí al precio que se paga por alcanzar el éxito. Sino más bien a la toma de conciencia de lo importante que es para el ser humano planificar sus metas e ir por ellas. El éxito no es otra cosa que la superación de metas. Esas metas pueden comprometernos con el exterior y en este caso nuestro éxito será aplaudido socialmente. O puede que se trate de compromisos personales. No tienen el mismo efecto de cara al exterior, pero son igual de necesarios que los otros para alimentar una buena autoestima.

En efecto, los dos componentes más importantes de nuestra autoestima son: la imágen que tenemos de nosotros mismos y la imágen que tienen los demás.

Pero puestos a elegir, muchas personas preferirían el reconocimiento social por un logro inmerecido, que la satisfacción personal por un reto superado. Y esto en parte es normal. Somos seres sociales. Sin el reconocimiento de nuestros congéneres muchas de nuestras metas no tendrían sentido. Piense sino en las grandes fortunas. Una vez que las necesidades están cubiertas, todo el gasto acaba siendo ostentación de riqueza de cara al exterior. Pero esa misma ostentación es lo que da significado social al éxito financiero.

Imagine por un momento que le ofrecen una fortuna, pero con la condición de que gaste el dinero en cosas estrictamente necesarias: no puede hacer alarde ni ostentación de esa riqueza; no puede comprar un traje de mil si lo encuentra de cien. En esta situación, disponer de esa riqueza perdería en gran medida su encanto. Aunque usted tuviera el convencimiento íntimo de poseer esa fortuna, no recibiría el halago y las muestras de interés de los demás.

El precio del éxito

Valoramos cada vez a aquellas personas que alcanzan el éxito, que triunfan, que parecen haber logrado todo en la vida. Pero no siempre la imágen del exterior coincide con la interior. El verdadero éxito se alcanza cuando tu imágen exterior no traiciona tu propia esencia. Cuando no tienes que renunciar a lo básico para lograr lo superficial.

Pero la veneración por el halago y el aplauso nos hace olvidar a veces que, cuando el éxito no se apoya en los cimientos de la ética personal, es efímero y doloroso de recordar. Es como el globo que se infla y asciende sólo por el impulso del aire que va perdiendo. Sube a costa de vaciarse por dentro.

No debemos pagar cualquier precio por el éxito. Es difícil que llegar a triunfar en todas las áreas de nuestra vida traficando con nuestra integridad.

Si quieres resplandecer por los éxitos conseguidos, debes plantearte metas consensuadas para cada área de tu vida: familiar, profersional, personal, financiera, social…

En una reciente entrevista a la cantante británica Lucie Silvas – número uno en ventas en España, Alemania, Holanda y Francia- decía: «Sé que esto es lo que quiero hacer (componer y cantar) pero sólo puedes aprender a disfrutar el éxito cuando te aseguras de que no has perdido o dejado nada en el camino». Tiene mucha razón esta joven triunfadora de tan sólo 20 años. Casi más importante que lograr el éxito es poder disfrutar de él una vez que lo has logrado.

Y para eso es imprescindible mantenernos fieles a nosotros mismos.

Descubre si estás saboteando tu propio éxito

cerebro y corazónCuando las cosas no salen como esperábamos nos sentimos frustrados y heridos en la línea de flotación de nuestra autoestima. Pero, ¿te has parado a pensar si eres tú quien boicotea tus propios planes con pensamientos paralizantes?

 

Nuestro cerebro parlante

Te voy a pedir que hagas un sencillo ejercicio. Cierra los ojos y quédate cinco minutos sin pensar en nada.

Si acostumbras a hacer meditación es posible que esta fase ya la tengas superada. ¿A qué fase me estoy refiriendo? A la de tomar conciencia de que nuestro cerebro (mente, parte pensante, o cómo quieras referirte al centro donde se forman los pensamientos), no se calla nunca.

Si has podido permanecer en “silencio mental” durante los cinco minutos, ¡enhorabuena! Eso significa que tienes mucho camino recorrido para poder hacerte con los mandos de tus pensamientos.

Pero si eres como la mayoría de los mortales, lo más probable es que tu mente haya viajado hacia las situaciones más inverosímiles. Desde recordar la lista de la compra, hasta planificar cómo pedir un aumento a tu jefe, pasando por no poder quitarte del pensamiento el oso blanco de Tolstoi.

Lo cierto es que resulta prácticamente imposible no pensar en nada (en realidad no era un “sencillo ejercicio”).

¿En qué pensamos cuando pensamos?

Esto es lo mismo que preguntarnos acerca de nuestro diálogo interno. En realidad lo que nos interesa saber es cómo nutrimos nuestros pensamientos, con qué materia prima.

La mejor forma de explicarlo es mediante un ejemplo. Estás delante de alguien que te atrae y al que te gustaría conocer. Sólo tienes que presentarte e iniciar una conversación con él o ella. ¿Cuáles son tus pensamientos en esta situación?

Piensas en lo interesante que será el tema de conversación, en que tiene una voz agradable, en que podrás demostrarle que eres buen conversador…

O por el contrario te preguntas por qué alguien tan interesante iba a querer conocerte. Nunca se te ocurren temas de conversación interesantes y además sabes que pensará que te entrometes, que pondrá una excusa de que no tiene tiempo y te dejará con la palabra en la boca y quedarás como un tonto entrometido.

No es difícil adivinar en cuál de los dos casos darías el paso de presentarte. Así es como juegan nuestros pensamientos en nuestro favor o en nuestra contra.

Analiza tus pensamientos

El ser humano es el único animal, que se sepa, que puede reflexionar sobre el contenido de sus pensamientos. Es el momento de poner a funcionar esta capacidad para beneficiarnos de ella.

Si hay un área de tu vida en la que de forma persistente las cosas no salen como te gustaría, debes analizar con qué pensamientos estás alimentando esa parte de tu vida. Cuál es tu diálogo interno. Te motivas o te pones excusas.

Cuando nos decimos a nosotros mismos que no seremos capaces de hacer algo, ¿cómo esperar que lo hagamos? Para otro capítulo queda analizar porqué nos boicoteamos de esta forma.

 

7 ventajas de aprender a escuchar de manera activa

escuchaAprender a comunicarnos bien es una habilidad cada vez más necesaria. Comunicarnos con los demás no es simplemente hablar con ellos.

¿Qué es la escucha activa?

Escuchar no es sólo una cuestión biológica que dependa de nuestra agudeza auditiva. Si quiere comunicarse con los demás el primer paso es conocer la diferencia entre oír y escuchar.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua estos dos verbos no son sinónimos:

oír : Percibir con el oído los sonidos.

escuchar : Prestar atención a lo que se oye.

Oír no es un acto voluntario, los sonidos llegan a nuestros oídos aunque no hagamos nada para que ocurra. Escuchar en cambio es el acto voluntario mediante el cual prestamos atención a los sonidos que percibimos. Se puede oír sin escuchar, pero para escuchar, primero hay que oír.

Pero vamos a ir un paso más allá. Si nuestro objetivo es mejorar nuestra comunicación debemos aprender a poner en práctica la escucha activa . Esto es: escuchar bien, con atención y cuidado, tratando de comprender lo que nos dice nuestro interlocutor.

Escuchar activamente supone estar psicológicamente presentes. Ser conscientes de lo que nos dicen y demostrar a nuestro interlocutor que recibimos su mensaje. Parece que escuchamos pero en realidad casi siempre estamos ocupados pensando en qué le contestaremos al otro cuando acabe su turno de palabra. Vamos unos pasos por delante preparando nuestro propio argumento.

7 ventajas de aprender a escuchar de manera activa

¿Por qué es importante escuchar activamente?

•  Porque si sabemos escuchar los demás sentirán la confianza necesaria para ser sinceros con nosotros.

•  Porque la persona que nos habla se siente valorada.

•  Porque escuchar tiene efectos tranquilizantes y facilita que se eliminen tensiones.

•  Porque favorece una relación positiva con nuestro interlocutor.

•  Porque permite llegar al fondo de los problemas.

•  Porque provocamos respeto hacia nosotros en quien nos habla.

•  Porque es una recompensa para nuestro interlocutor.

Hay que tener cuidado de no emplear la escucha activa con personas que tienen tendencia a hablar en exceso. Escuchar es una recompensa muy fuerte y en algunas personas hablar acaba convirtiéndose en un hábito sólo para recibir esa recompensa de cualquiera que tenga en frente.

¿Cómo se practica la escucha activa?

•  A través de la observación:

Cuanta más información podamos obtener de nuestro interlocutor, mejor. Para ello debemos estar atentos a sus expresiones, a los sentimientos que expresa, a los gestos y a las señales que nos emite para indicarnos que nos cede el turno de palabra.

•  A través de la expresión:

Nuestro interlocutor debe captar por nuestra actitud que le estamos prestando atención. Es importante mantener el contacto visual y asentir con movimientos de cabeza. También debemos acompañar nuestros gestos con expresiones verbales:”claro entiendo”, “ya veo”, “ah-ah”…

Los enemigos de la comunicación

Hay conductas que realizamos, algunas de forma consciente y otras totalmente inconscientes, que son verdaderas cargas de profundidad contra el proceso de comunicación. Por ejemplo:

•  Interrumpir al que habla.

•  Juzgar cada comentario que hace.

•  Ofrecer ayuda que no nos ha solicitado.

•  Quitar importancia a los sentimientos de la otra persona con expresiones como “no te preocupes por esa tontería”, “no te pongas así”, etc.

•  Contar “nuestra anécdota” cuando el otro está aún hablando.

•  Caer en el “síndrome del experto”: Saber lo que debemos contestar cuando el otro no ha hecho más que iniciar su relato.

En situaciones difíciles…

La escucha activa está especialmente indicada cuando debemos afrontar situaciones difíciles. Por ejemplo, cuando nos encontramos ante un interlocutor agresivo, cuando prevemos enfrentamientos o cuando hay muchas interrupciones.

Podemos evitar situaciones conflictivas si conseguimos anticiparlas. Para ello debemos identificar y anotar las personas y las circunstancias en las que posiblemente tendremos dificultades. Debemos anticipar los gestos, las palabras y los sentimientos de nuestro interlocutor y entrenarnos en el control de nuestro impulso de responder para que, cuando llegue el momento, nos podamos mantener atentos y poner en práctica la escucha activa.

6 pasos para mejorar nuestra resiliencia

resiliencia

Si nos enfrentaran a la hipotética pregunta de si nos gustaría vivir en un mundo sin problemas ni contratiempos, sin disgustos ni tristezas, es posible que todos estuviésemos tentados a responder afirmativamente.

Pero tras un análisis más detenido nos daríamos cuenta de lo difícil que sería acostumbrarnos a esa “calma chicha”. Los seres humanos vivimos en un mundo caracterizado por los contrastes. Sin el mal no habría bien; sin la tempestad, la calma perdería todo su sentido. Necesitamos los contrastes para ser conscientes de la medida real de los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor (y dentro de nosotros mismos). Una vida en la que nunca ocurre nada acabaría por destrozar nuestra psique, por descompensar nuestro “equilibrio”.

Cada vez hay más padres que, en un intento de liberar a sus hijos de los males de este mundo tratan de evitarles todo contratiempo. Se pliegan a todas sus peticiones con la razón última de no contrariarles en nada para que no se sientan frustrados. Estos padres piensan que si evitan todas las situaciones que puedan suponer un problema para sus hijos, éstos llegaran a adultos sin haber conocido la pena ni la tristeza.

Es una teoría con escasa base científica, pero con más adeptos cada día. Imaginemos por un momento que esos padres consiguen evitar a sus hijos cualquier disgusto en su primera infancia, mientras se encuentran bajo el manto protector del hogar. ¿Pero qué ocurre cuando salen al mundo real, cuando llegan a la guardería o al colegio?

Lejos de la influencia de sus padres, estos niños son incapaces de encajar un no como respuesta a sus deseos, de esperar un turno para ser atendido o de adaptarse a los horarios de las distintas actividades escolares. Y lo que es peor, no saben cómo tienen que enfrentarse a esas situaciones.

Las personas desde que nacemos necesitamos enfrentarnos a pequeños contratiempos, adecuados a nuestro estadio del desarrollo evolutivo. Si se nos priva de estas experiencias se nos impide aprender a ser felices. Aunque suene a contradicción.

¿Qué es la resiliencia?

Todas las investigaciones apuntan a que las personas que se consideran más felices no son las que dicen tener menos problemas, como sería de esperar. Los más felices son aquellos que saben hacer frente a los problemas y han aprendido cómo superarlos. A esta capacidad se le ha denominado en Psicología resiliencia . Término tomado de la física donde la resiliencia es la cantidad de energía que puede absorber un material, antes de que comience la deformación plástica.

En Psicología esta capacidad nos indicaría el grado en que una persona está preparada para resistir ante los contratiempos, para tolerar las situaciones en las que se ve sometida a presión (tanto externa como interna). Nos indicaría la habilidad para enfrentarse a los problemas y salir fortalecido de ellos.

Se trata de una habilidad con la que nacemos todos los seres humanos, pero que se modifica según haya sido nuestra experiencia con el paso de los años. Es decir, que se puede entrenar, ya sea para mejorarla o para eliminarla de nuestro repertorio de conductas naturales.

Pensemos en un bebé que quiere agarrar el juguete que cuelga de su cuna. Si se frustrara al primer intento jamás llegaría a coordinar sus movimientos ojo-mano. Y cuando le llegase la hora de aprender a caminar, se quedaría sentado para siempre después de la primera caída. No volvería a intentarlo porque no le salió bien las doscientas primeras veces que lo intentó.

Con el paso de los años, la educación que recibimos de las personas que tenemos más cercanas hará que nuestra resiliencia aumente o llegue casi a desaparecer, haciendo de nosotros personas incapaces de enfrentarnos a las dificultades de la vida.

6 pasos para mejorar nuestra resiliencia y ser más felices

¿Cómo potenciar la resiliencia?

Hemos dejado claro que se trata de una habilidad que puede ser entrenada para mejorarla. Por tanto, las muchas dificultades que nos plantea la vida no pueden servir como excusa para justificar nuestro derrotismo.

Si deseamos aumentar nuestra resiliencia habrá que enfocarse en estos 6 pasos:

•  Trabajemos en mejorar nuestra autoestima. Aprendamos a querernos y a encontrar esas capacidades que nos hacen especiales y diferentes al resto del mundo. Tratémonos, al menos, con el mismo respeto con el que tratamos a los demás.

•  Permitámonos un tiempo para nuestro disfrute y para dedicarlo a nuestras aficiones.

•  Encaremos las dificultades con flexibilidad y buscando soluciones creativas, tratando de encontrar diferentes respuestas posibles a cada situación a la que nos enfrentemos.

•  Seamos proactivos anticipándonos a los problemas. No esperemos a que las situaciones nos superen, como suele decirse “agarremos el toro por los cuernos”. Debemos reflexionar antes de actuar.

•  Perdamos el miedo a pedir ayuda. Una muestra de grandeza personal es saber pedir ayuda cuando la necesitamos.

•  Y por supuesto, tratemos de buscar siempre el lado amable de las cosas. Si al final no nos queda otra que sufrir un revés de la vida, no nos quedemos sólo en lo mucho que sufrimos y padecemos, vayamos más allá tratando de aprender todo lo posible de esa situación. Busquemos siempre algo positivo, aunque sólo sea que “de esto también se sale”.