Síndrome post-vacacional: Siete consejos para evitarlo

 Artículos en prensa, reportajes en las televisiones, conversaciones en la cafetería… El tema del regreso al trabajo y el fin de las vacaciones de verano es uno de más repetidos durante el mes de septiembre. Este síndrome hace referencia al malestar que sienten cada vez más personas al tener que reincorporarse a sus puestos de trabajo. Pero ¿es un problema real o se trata de una moda más? ¿Es grave? ¿Cómo puedo saber si tengo el síndrome? Y sobre todo ¿qué puedo hacer?

El artículo 38.1 del Estatuto de los Trabajadores recoge el derecho al disfrute de un mínimo de 30 días de vacaciones por año efectivamente trabajado. Muchas empresas cierran durante el mes de agosto forzando a sus empleados a tomar el mes completo de vacaciones.

En los últimos años estamos asistiendo a un aumento del número de personas que padecen una serie de trastornos asociados a la finalización de las vacaciones de verano y que los algunos han denominado ya como “síndrome post-vacacional”. Así se recogía en el estudio “Hábitos del verano para superar el síndrome post-vacacional”, realizado por la consultora Quota y promovido por Cerveceros de España, allás por el año 2006.

En los últimos años, a pesar de que la crisis ha provocado que algunos vean el trabajo con ojos diferentes, parece que no ha desparecido este efecto que puede provocar tomar muchos días de vacaciones seguidos.

Pero, ¿cómo reconocer el «síndrome» post-vacacional?

Los síntomas más frecuentes pueden ser tanto fisiológicos como psicológicos.

Entre los síntomas físicos que pueden aparecer están el cansancio injustificado, la falta de apetito y de concentración, la sensación de ahogo, los problemas de estómago y las nauseas, la somnolencia o el insomnio, las palpitaciones, la taquicardia y los dolores musculares. Desde el punto de vista psicológico, el síndrome post-vacacional provoca tensión, irritabilidad, ansiedad, tristeza, apatía, pasotismo y una profunda sensación de vacío y desánimo.

Los síntomas suelen perdurar unos pocos días, aunque en casos aislados pueden persistir hasta dos semanas. Si con el paso de los días no recuperamos el ritmo habitual y los síntomas permanecen más de tres semanas sería conveniente visitar al médico. Debemos descartar que el malestar se deba a otras causas.

Según los estudios realizados, si tienes entre 25 y 40 años eres un buen candidato a convertirte en parte del 35% de trabajadores españoles que sufren esta alteración.

Siete consejos para evitarlo

1. Regresa paulatinamente a tu horario de rutina. Pasar bruscamente de la ausencia de horarios que solemos permitirnos durante las vacaciones, a un horario estricto marcado por la jornada laboral empeora el proceso de adaptación. Deja atrás la siesta y el acostarte tarde.

2 . Divide las vacaciones en quincenas, si te lo permite la empresa. La idea de que quedan por delante once meses para volver a disfrutar de las vacaciones puede acabar con la moral de cualquiera.

3. Adelanta el regreso. No esperes hasta el último día para volver. Deja un par de días para pasarlos en casa relajándote del viaje y adaptándote al ritmo habitual.

4. Evita incorporarte en lunes a tu puesto de trabajo. La idea de tener por delante toda una semana de trabajo hace más difícil la vuelta. Organiza los días de vacaciones para incorporarte a mitad de semana. Psicológicamente el impacto es menor.

5. Tómate algún tiempo para ponerte al día. No pretendas liquidar el primer día todo lo que ha ido retrasándose durante las vacaciones. Ahora más que nunca es imprescindible que apliques alguna técnica de gestión del tiempo que te permita sacar trabajo sin agobiarte con los plazos.

6. Fomenta las buenas relaciones laborales. Trata de conseguir un buen ambiente con jefes, compañeros y colaboradores. Siempre será más agradable pensar en la vuelta.

7. Elige mantener una actitud positiva. Ante el mismo hecho, la vuelta al trabajo, tu decides qué actitud tomar. Dependiendo de tu percepción de la situación, los síntomas pueden agravarse o pueden no llegar siquiera a aparecer.

Otra vez septiembre… un buen momento para iniciar proyectos

Y a continuación de leer el título de este artículo, ¿qué has pensado? Elige una de las dos opciones:

a) ¡Bien!
b) ¡Dios mío, no!

arbol

Septiembre, otro buen momento para iniciar proyectos

Hay determinados momentos a lo largo del año que aprovechamos para poner en práctica los buenos propósitos, para iniciar nuevos planes, para retomar las tareas pendientes que ya no queremos (o no podemos, o no debemos) dejar pasar…

Y septiembre es uno de esos momentos. Tal vez uno de los más importantes después del principio de año. Una nueva etapa. En muchas empresas un nuevo año fiscal. En los colegios un nuevo curso. Y en nuestras vidas una nueva oportunidad de ponernos manos a la obra con esos cambios que, por una u otra razón, hemos decidido realizar en nuestras vidas.

Hay parejas que se separan en septiembre. Muchas. Hartos de posponer la decisión fatal, llegan a septiembre y deciden que ya no pueden esperar más. Unos saturados por las muchas horas de convivencia pasadas juntos en el período vacacional; otros porque gracias a esos momentos de compartir en familia se dan cuenta de todo lo que no tienen durante el año.

Pero en septiembre también volvemos a la rutina. Esa tan deseada rutina de quienes quieren una vida tranquila sin sobresaltos y sin demasiadas novedades. Pero que a otros les llena de desidia y aburrimiento por lo repetitivo.

A tí te toca decidir cómo va a ser tu mes de septiembre, tu nuevo curso. Puedes decidir que es el mes ideal para esos cambios que tienes pendientes y que te van a ocurrir más cosas buenas que malas… (entonces habrás seleccionado la opción a) ¡bien!.)

O puedes elegir aburrirte por la rutina que otra vez acecha en tu vida, y echar de menos los largos días de sol (entonces es posible que hayas seleccionado la opción b) ¡Dios mío, no!.)

Como casi siempre, en tus manos está elegir cómo quieres vivir: añorando lo que ya ha pasado o esperando con optimismo lo que está por llegar. La felicidad se encuentra también en las pequeñas decisiones de cada día.

No pidas no tener conflictos, pide saber cómo manejarlos

Un conflicto que no se puede o no se sabe solucionar a tiempo acaba por convertirse en un problema. Los conflictos no son malos en sí mismos, ya que nos dan la oportunidad de cambiar y desarrollarnos. De avanzar y no quedarnos estancados siempre en el mismo punto. Pero también pueden ser la peor de nuestras pesadillas si no sabemos cómo resolverlos.

Se puede decir que toda empresa se encuentra en uno de estos tres momentos posibles: Ausencia de conflictos, Conflictos constructivos y Conflictos destructivos.

La lógica y la educación que nos enseñaron nuestros mayores en casa y nuestros maestros en el colegio, nos hacen pensar que lo ideal es la ausencia de conflictos, pero ¿podemos estar equivocados? Sí. Sin duda los conflictos no son algo negativo en sí mismos.

Ausencia de conflictosproblemas

Éste parece ser el estado ideal que cualquiera firmaría para su empresa, pero lo cierto es que confundimos conflicto con problema y no son la misma cosa. Como hemos dicho, los problemas surgen cuando no somos capaces de dar una respuesta adecuada a un conflicto.

Una empresa en la que no se producen conflictos es como una barca sin patrón que viaja a la deriva, sin rumbo. Los empleados dejan de esforzarse y de preocuparse porque todo marcha con suavidad y con tranquilidad. Se relajan las costumbres y… antes o después la barca termina estrellándose contra las rocas. En nuestro caso, contra la competencia.

Conflictos constructivos

El origen de los conflictos puede ser diverso, pero con independencia de su naturaleza, suponen un beneficio para la empresa: la mantienen viva y con capacidad competitiva.

Siguiendo el ejemplo de la navegación, nos encontraríamos ante un barco con tripulación y patrón que debe llegar a destino. Cuando deja de soplar el viento, deben ponerse a remar. Aparece el conflicto. Si no reman, el conflicto pasa a convertirse en problema, porque jamás llegarían a su destino.

El estadio de conflicto constructivo permite a las empresas solucionar problemas, resolver diferencias o mejorar productos. Además ayuda al personal a resolver los desafíos que se le presentan. Los conflictos bien gestionados favorecen una cultura de colaboración dentro de la empresa.

Conflictos destructivos

Como su nombre nos está indicando, las empresas que pasan demasiado tiempo en este estadio acaban desapareciendo. Podemos decir que el final es el mismo que en el caso de ausencia de conflictos, pero más rápido y más traumático.

Los conflictos que no se ven o no se saben solucionar, acaban por destruir la empresa: clientes que desconfían, empleados desmoralizados, grupos enfrentados, recursos desperdiciados…

En nuestro barco particular podríamos decir que se ha producido un motín a bordo sin que nadie haya hecho nada por evitarlo.

Aprende a conocer a tus clientes y genera más ventas

Si aprendes a conocer a tus compradores y a tratarlos según su propio estilo de personalidad, estarás facilitando el proceso de compra de tu producto. ¿Quieres aumentar tus ventas? Empieza por aprender a reconocer el estilo de personalidad de cada uno de tus clientes.

Para que una empresa alcance el éxito no basta con que tenga un producto de calidad. Cada vendedor necesita, además, saber establecer una buena comunicación con sus posibles compradores. Todo el negocio está en manos del cliente. Por eso es tan importante la respuesta que des a esta pregunta: ¿Conoces bien a tus clientes? 

Un vendedor que sepa cómo acercarse al cliente y sintonizar con él adoptando su misma perspectiva, estará más cerca de alcanzar una venta. Existen muchas clasificaciones para definir diferentes tipos de clientes. Hoy nos vamos a centrar en una clasificación que nos ayudará a conocer cuáles son sus necesidades y sus motivaciones.

Para determinar estos cuatro estilos de personalidad se utilizan dos escalas: una de dominio y otra de sociabilidad. Así,

  • El tipo de personalidad al que denominamos promotor se caracteriza por ser dominante y espontáneo en su relación con el vendedor.
  • El sustentador acepta bien las sugerencias aunque tiene poco autocontrol sobre sus impulsos. Su estilo es sumiso y espontáneo.
  • El controlador es dominante y hace gala de un gran autocontrol.
  • El Analítico destaca por su buena aceptación de las opiniones ajenas y por un buen autocontrol de sus emociones.

personalidad del cliente

Existe el mito de que los compradores son personas difíciles. Lo cierto es que cada persona presenta un estilo de personalidad definido y responde a motivaciones distintas. Si somos capaces de identificar a cada cliente con su estilo de personalidad, nos resultará más fácil relacionarnos con él porque sabremos de antemano qué le motiva y cómo tratarlo.

Estilo Promotor

Se trata de una persona activa, con mucha energía y emprendedora. Le gusta tomar decisiones rápidas y decididas. Tiene una gran capacidad para entusiasmarse con facilidad. Es ingenioso, creativo, intuitivo, impulsivo y emocional.

Es capaz de aportar innumerables ideas que espera sean tenidas en cuenta y valoradas por los demás. Para conseguirlo no duda en hacerse publicidad. Es un tipo cálido y muy volcado hacia las personas. Su impulsividad le lleva en ocasiones a reflexionar poco y a tomar decisiones rápidas, con poco rigor, de las que puede terminar arrepentido.

El estilo promotor es totalmente opuesto al estilo analítico.

Estilo Sustentador

Es un tipo de persona muy humana y acogedora. Le encanta apoyar y sustentar las ideas que otros presentan. Muy cooperador y dado al trabajo personal. Esta característica hace que su personalidad sea la ideal para desarrollar trabajos en equipo.

Tiene un carácter suave, tranquilo y pausado. Es paciente y tolerante y le gusta complacer y quedar bien con los demás.

Este tipo de personalidad está en el extremo opuesto al controlador.

Estilo Analítico

Las personas que presentan un estilo analítico se caracterizan por ser metódicos y detallistas. Les encanta estudiar las cosas en detalle y que le dejen hacer sus trabajos a conciencia. Piensa y razona con mucha lógica y para ello busca información y datos que le resulten fiables.

Es preciso y riguroso. Laborioso y concienzudo. No obstante suele dejarse llevar ante las situaciones. Se trata de un tipo pacífico, cauto y reservado en la expresión de sus emociones.

Estilo Controlador

Estas personas se orientan a la acción directa, a la eficacia y a conseguir resultados. Son capaces de desarrollar una gran energía. Tienen muy claro lo que quieren conseguir y cuáles son sus objetivos.

Tienen tendencia a mostrar claramente a los demás cuáles son sus opiniones, pero reservándose sus emociones. Es una persona racional, reservada y más bien fría. Le gusta tener a los demás bajo su control y empujarles al ahorro de tiempo y dinero. Le mueve la productividad pura y dura.

Puede haber personas con un estilo muy definido y otras que presenten una mezcla de dos o más estilos. En este caso se alejarían del patrón puro.

Si te ha gustado también te gustará «Trata a cada cliente según su personalidad y cierra la venta«.

Trata a cada cliente según su personalidad y cierra la venta

El error más frecuente en el trato con los clientes suele ser que no les conocemos y por eso no sabemos cómo tratar con ellos.

Si quieres obtener el mayor rendimiento en tus relaciones con los clientes olvídate de las viejas normas de cortesía. El lema “trate a los demás como le gustaría que los demás le tratasen a usted” no sirve para hacer negocios hoy en día. Si quieres marcar distancias con la competencia aprende a tratar a tus clientes como a ellos les gusta ser tratados.

Este post es la 2ª parte de Aprende a conocer a tus clientes y genera más ventas

En la actual sociedad del conocimiento, donde internet pone la información a un “click” de quien la necesita, ya no nos sirven los viejos esquemas para el trato con nuestros clientes. Tenemos que ir un paso más allá si queremos establecer y mantener buenas relaciones comerciales con ellos.

pantallaTenemos que hacer un esfuerzo por intentar conocer qué motiva a cada persona cuando se enfrenta al momento de la compra. Anticipar el comportamiento que se espera de nosotros puede marcar la diferencia entre el cierre de una negociación o el distanciamiento en las posiciones.

Anticípate al caos

Con un poco de observación y escuchando activamente a nuestros clientes podremos evitar algunas situaciones desagradables. Por ejemplo, la que se produce cuando tenemos frente a nosotros a un cliente con un estilo definido y comenzamos a tratarle como si estuviésemos ante un cliente de estilo contrario.

Cómo tratar a un cliente analítico

El cliente analítico pide datos y estadísticas. No quiere implicaciones emocionales ni personales. No se guía del instinto en su elección sino de los hechos probados. Si le tratamos con demasiada familiaridad y utilizamos un derroche de energía, e incluso fanfarronería, nos mostrará todas sus reservas y cautela.

Para que se sienta a gusto debemos ser unos perfectos conocedores del producto que pretendemos venderle. Nos hará todo tipo de preguntas sobre la fabricación, los materiales, las aplicaciones y los beneficios. Debemos estar preparados para responder a sus posibles objeciones con los datos de todos los estudios e investigaciones que existan. Debemos transmitirle profesionalidad y evitar hacer afirmaciones sobre el producto que no podamos demostrar.

Cómo tratar con clientes enérgicos y emprendedores

Claros representantes del estilo promotor. Al contrario que el cliente analítico, espera que seas un ferviente entusiasta del producto que representas. No hará demasiadas preguntas sobre la compra en sí, pero se encontrará muy a gusto si le ofreces la ocasión de alardear sobre sí mismo y sus conocimientos previos del producto.

No dudes en compartir tus sentimientos personales con él. Si se te presenta la ocasión de hacerle un cumplido que sea sincero, no la desaproveches. He dicho un cumplido sincero. Mucho cuidado con tratar de complacerle diciéndole cosas que no sientes. Lo notará y habrás perdido la magia del momento… y la venta.

A este cliente le gustan los halagos y que se aprecien sus habilidades. Pero ten cuidado: su impulsividad le puede llevar a realizar una compra de la que más tarde se arrepienta. Con los clientes de estilo promotor hay que tener presente que es mejor perder una venta que trata de vender a toda costa y ayudar a que se sienta engañado cuando se le haya pasado la euforia del momento.

Cómo tratar al cliente cuando es todo amabilidad

El tipo de cliente sustentador es posiblemente el más fácil de tratar. Es esa persona capaz de mantener la sonrisa después de aguardar en fila una hora esperando a que le atiendan. Le gusta que le traten por su nombre y mantener una charla distendida aunque no tenga relación alguna con el objeto de la venta.

Si tiene dudas acerca de un producto valorará mucho la opinión de otras personas. Se guía por los testimonios ofrecidos por otros clientes y por las personas cercanas. Esta persona habrá consultado tu producto previamente en las redes sociales y habrá leído lo que otros comentan del producto y del servicio. Hace de la compra una fiesta y le gusta la compañía. El mayor peligro cuando estamos ante un cliente sustentador es perder de vista nuestro objetivo: la venta.

Cómo tratar a un cliente difícil, que no lo es tanto

La característica más destacada del cliente controlador viene definida por el mismo nombre: el control. Quiere tener en todo momento la certeza de que lo que va a comprar es exactamente lo que necesita. Es más fácil el trato si pensamos en él como un cliente con las ideas muy claras.

Tómate el tiempo necesario para atenderle. Nada de prisas por terminar. Se trata de una persona concienzuda en la toma de decisiones y puede tomarse como un agravio personal que trates de atenderle sin prestarle la necesaria atención. Sé estrictamente profesional en tu relación con él. No te permitas ninguna concesión ni familiaridad en el trato. No, al menos, si no te da opción para ello. Y no es probable que lo haga…

Cuando inicies la venta ten claras las respuestas que vas a ofrecer a un cliente controlador. No demuestres indecisión o titubeos. Puede entender que no eres un profesional y decidir no realizar la compra por desconfianza hacia lo que él puede considerar «tus escasos conocimientos sobre la materia». Si no te respeta no te comprará.

Comunica para triunfar

Descubre la importancia de mejorar tus habilidades de comunicación. 

La importancia del estilo de comunicación  

tres monosLa publicación del libro de Daniel Goleman, La Inteligencia Emocional, supuso un hito importante en la forma de entender las relaciones interpersonales en el mundo de la empresa actual.

Goleman consiguió explicar algunas de las razones por las que ciertas empresas llegaban a alcanzar importantísimos éxitos, mientras otras desaparecían devoradas por la competencia. A partir de ese momento se puso de relieve la importancia de los modelos de comunicación.

¿Cuáles son estos modelos de comunicación? Sus características más importantes son:

1. Comunicación agresiva.

Se trata de un estilo de comunicación basado en la jerarquía. Es un estilo directivo, donde la información fluye en un único sentido: de arriba hacia abajo. En este modelo se asume y presupone que quien tiene el poder y el cargo más elevado tiene también más conocimientos, dotes y habilidades para realizar el trabajo.

El cumplimiento de metas se consigue a través de la intimidación y del poder que confiere la posición dentro de la jerarquía establecida. Las relaciones interpersonales que se derivan de este estilo de comunicación están a menudo cargadas de resentimiento, enfados y desgana. No hay auténtica motivación por realizar el trabajo, las personas se limitan a cumplir con la norma.

2. Comunicación asertiva.  

Este estilo de comunicación está basado en la confianza mutua. Es un modelo participativo donde la información fluye en todas las direcciones: de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba y en horizontal.

Los éxitos que se consiguen con la comunicación asertiva surgen de la implicación personal y de la motivación. El papel del gerente asertivo es dar alas a cada empleado para que aporte lo mejor de sí mismo a la empresa. Para ello debe poner en práctica el menú de habilidades de la comunicación y saber elegir para cada situación la estrategia más adecuada.

¿Por qué cambiar nuestro estilo de comunicación?

•  Porque, así como las empresas deben plantearse el modo en que establecen sus relaciones con empleados y clientes, cada uno de nosotros debemos plantearnos cómo llegar a ser más efectivos en nuestra comunicación con los demás.

•  Porque las empresas se han convertido en microcosmos de relaciones interpersonales en los que cada uno de nosotros nos desarrollamos y socializamos. Piensa en el tiempo que permaneces en tu puesto de trabajo. Debemos intentar que este tiempo nos haga sentir mejor no sólo a nivel profesional sino también a nivel personal. Si nos volvemos socialmente más efectivos aumentará nuestra autoestima.

•  Porque las empresas ya no pueden permitirse funcionar de espaldas a la motivación de sus empleados. Si no quieres quedarte estancado, si quieres avanzar con la empresa, debes prepararte y aprender a motivar a los demás, saber cómo apoyarles y, por supuesto, saber cómo comunicarte con ellos.

A pesar de la importancia que tienen las Habilidades de Comunicación en la mejora de las relaciones interpersonales, no están incluidas en los planes educativos de las escuelas. Aunque parece que tímidamente han comenzado a hacer su aparición en algunas escuelas de negocios. Lo importante no es sólo que conozcas cuáles son estas habilidades, sino que las practiques y las utilices siempre que puedas en tus relaciones laborales y personales.

¿Qué debemos tener en cuenta antes de poner en práctica las Habilidades de Comunicación?

1. Sensación de falta de espontaneidad inicial .

Tenemos que estar preparados. En un primer momento, la puesta en práctica de estas habilidades se percibe como algo artificioso y mecánico. Ésta es una de sus principales contradicciones, ya que el sentido común nos dice que en las relaciones con los demás debe imperar la espontaneidad y la naturalidad.

Es cierto, pero nos ocurre lo mismo ante cualquier situación en la que comenzamos a practicar una nueva habilidad. Por ejemplo, cuando aprendemos un idioma. Al principio tenemos que esforzarnos por encontrar la palabra adecuada, buscar el giro correcto, o hacer uso continuamente del diccionario. Cuando nos iniciamos en el uso de las habilidades de comunicación necesitamos también un poco de práctica y repetir cada estrategia para incorporarla con naturalidad al repertorio de nuestras propias conductas.

2. No todo es nuevo.

Efectivamente, muchas de estas habilidades ya existen en nuestro repertorio conductual y en ocasiones las empleamos en nuestra vida privada o en la profesional. Tiene muchas ventajas sistematizar y mejorar el uso de estas habilidades, así como adquirir otras que no poseemos y que, por ese desconocimiento, omitimos.

3. Repetir, repetir y repetir.

Debemos recordar que el sólo hecho de conocer cuáles son las habilidades de comunicación no supone de por sí una mejora del comportamiento social. Podemos decir que se trata de una condición necesaria pero no suficiente. Para la correcta puesta en práctica de estas habilidades hemos de tener en cuenta la situación concreta en la que nos encontramos y no perder de vista el objetivo que queremos alcanzar.

Una Habilidad para cada Ocasión

Compartimos con nuestros compañeros de trabajo un tercio de nuestro tiempo. Esto es así en el mejor de los casos, porque hay situaciones en las que el tiempo pasado dentro de la empresa es igual o mayor que el dedicado a la vida personal y al descanso juntos. En este tiempo dedicado a la empresa tenemos que afrontar situaciones muy diversas. Buenos y malos ratos. No todo son alegrías:

•  Recibimos críticas de jefes, compañeros y subordinados con las que no siempre estamos conformes.

•  Sufrimos objeciones a nuestro trabajo aún cuando nos hayamos empeñado a fondo por hacerlo bien.

•  Nos vemos continuamente inmersos en conflictos por malentendidos.

•  En ocasiones nos vence el desánimo…

Ante cada una de estas situaciones debemos “elegir la habilidad” más adecuada de tal manera que nuestras relaciones con los demás no se vean resentidas. Esas habilidades son las siguientes:

– Escucha Activa

– Empatía

– Resumir

– Hacer Preguntas

– Ser recompensante

– “Mensajes Yo”

– “Disco Rayado”

– Proporcionar información útil

– Guiar el pensamiento

– Buen humor

– Elegir el momento adecuado

Dada la importancia que tiene cada una de ellas es necesario tratarlas por separado. En próximos posts contaré cómo escuchar: practicando la escucha activa.

4 pasos para triunfar en tus relaciones a través de la empatía

¿Alguna vez has entrado en una sala donde había varios bebés y te has encontrado con que todos estaban llorando a la vez? Es como si de pronto todos se hubieran puesto de acuerdo para manifestar su descontento.

empatia

Las personas que trabajan cuidando bebés conocen bien esta situación: uno de ellos comienza a llorar y al escuchar su llanto los demás hacen lo mismo. Es el resultado de la empatía. El ser humano nace genéticamente dotado para la empatía. Su ausencia suele ir asociada a algún trastorno de personalidad. Se trata de una habilidad imprescindible para poder convivir en sociedad. Si quieres triunfar en el arte de las relaciones personales y convertirte en esa persona con la que todos queremos tener amistad aquí te dejo 4 puntos que te ayudarán a lograrlo:

1. Escucha con el corazón

La expresión: “calzar los zapatos del otro” refleja muy bien qué es la empatía. Es “meterse en la piel” de la persona que tenemos enfrente. Es una forma de hacerle saber que entendemos sus sentimientos. Aunque eso no suponga necesariamente estar de acuerdo, ni aceptar esos sentimientos.

En nuestras relaciones diarias hay muchas ocasiones en las que podemos practicar la empatía y convertirnos en personas significativas para los que nos rodean.

2. Practica la sintonía y la sincronía

Imaginemos que estamos ante un compañero de trabajo al que acaban de comunicar que no será promocionado al puesto que tanto ansiaba. Se siente desdichado e injustamente tratado. Ese puesto, tan deseado por tu compañero, a ti te parece un castigo más que un premio, porque supone un traslado a otra ciudad.

Se te plantea una ocasión ideal para practicar la empatía y convertirte a los ojos de tu compañero en una persona importante y digna de confianza:

a. Sintoniza con los sentimientos de tu compañero . Trata de pensar en las emociones que él siente: frustración, decepción, tristeza, enfado… Para lograr sintonizar tendrás que pensar en lo que suponía ese puesto para él, no en lo que supone para ti.

Sintonizar supone también aceptar la posibilidad de que los demás pueden pensar de modo diferente a nosotros. Es decir, debemos ser tolerantes con las emociones ajenas.

Recuerda que sintonizar no es imitar. Cuando imitamos repetimos lo que hace la otra persona pero sin tener en cuenta las emociones que provocan esas conductas. No se trata de poner cara de tristeza.

b. Mantén la sincronía emocional. Es decir, ajusta tu tono emocional a las circunstancias emocionales del momento. Este es uno de los factores más determinantes para distinguir entre personas que alcanzan una alta eficacia interpersonal y las que no.

Las personas con dificultades para captar y transmitir emociones suelen tener muchos problemas en sus relaciones con los demás. Son personas socialmente ineficaces. Su presencia nos provoca sensación de incomodidad aunque no sepamos explicar por qué nos sentimos así.

3. Empatiza en cualquier situación

Es fácil empatizar con la persona que tenemos enfrente cuando vemos que está sufriendo. Pero quizá nos resulta más difícil en otras situaciones. Por ejemplo, cuando nos muestra su satisfacción o su alegría.

Cuando nos unen lazos de amistad con quien está feliz nos alegramos sinceramente por él. Pero si no es así, lo frecuente es que nos dejemos arrastrar por un cierto sentimiento de envidia o celos que nos impide sintonizar con la emoción de felicidad de la otra persona.

La incapacidad para alegrarse con las alegrías ajenas es también un síntoma de poca eficacia interpersonal.

4. Conviértete en un experto en empatía

Las situaciones en las que nos resulta más difícil empatizar son aquéllas en las que sentimos amenazados nuestros propios intereses o nuestras emociones:

  • Cuando nuestro interlocutor nos expresa su posición distinta a la nuestra. Por ejemplo cuando nos lleva la contraria en algún tema.
  • Cuando manifiesta su escepticismo ante nuestros argumentos.
  • Cuando utiliza la ironía.
  • Cuando nos demuestra su hostilidad abiertamente.

La mayor dificultad para empatizar se encuentra, como decíamos al principio, en que nos sentimos atacados. Ya sea que lo veamos como un ataque frontal o disimulado.

Si somos capaces de sintonizar y averiguar qué está sintiendo la persona que nos ataca, nos resultará mucho más sencillo no entrar en una espiral de violencia verbal. Dispondremos de otras opciones para responderle además de la inmediata, que se nos ocurre a casi todos, que es devolver el ataque.

Las personas con problemas de baja autoestima tienen muchas dificultades para manejarse empáticamente en estas situaciones. Cuando se sienten atacadas suelen reaccionar de dos formas: o devuelven el ataque aumentado en intensidad, o callan y se sienten peor consigo mismas. Esta es una de las razones que les dificultan brillar socialmente. Pero éste es otro tema. Volveremos sobre la autoestima en otra ocasión porque es una de las llaves maestras para abrir las puertas de nuestra felicidad.

Cómo influye tu autoestima en tus hijos

Siempre he creído que la autoestima es una de las bases fundamentales para que las personas puedan llegar a ser felices y a desarrollar todo su potencial. Algunos autores consideran que las limitaciones que provoca una baja autoestima son comparables a las de una minusvalía física. Pero el verdadero problema de la baja autoestima es que no se limita sólo a la persona que la sufre, sino que se trasmite de padres a hijos como si de información genética se tratara.

autoestima hijos

Para reconocer si una persona tiene poca autoestima, a continuación damos algunas pautas que son válidas tanto para niños como para adultos. Son personas que:

•  Evitan tener que enfrentarse a situaciones que les provoquen ansiedad.

•  Consideran que no tienen dotes naturales para casi nada (música, dibujo, leer, relacionarse con los demás, cantar, hablar, bailar, jugar…).

•  Sienten que las otras personas piensan igual que ellos, que no valen para hacer casi nada.

•  Siempre buscan la culpabilidad en los demás para justificar todo aquello que les sale mal.

•  Se dejan manejar e influir por otros.

•  Cuando alguien opina de forma diferente a ellos, se ponen a la defensiva.

•  Se frustran con facilidad cuando las cosas no salen como esperaban.

•  Ante una contrariedad se sienten impotentes para superarla.

•  Demuestran poca emotividad, como si nada les interesara realmente.

Uno de los componentes de la autoestima, tal vez el más importante, es el amor que uno se tiene a sí mismo. Los niños vienen al mundo dotados de una capacidad especial para detectar el estado emocional de sus padres. Pronto aprenden cuando están felices o tristes, y cuando están a gusto consigo mismos. Y pronto descubren también cómo pueden influir ellos en esos sentimientos.

Los padres pensamos que podemos disimular ante los hijos nuestros verdaderos sentimientos. Pero los niños son capaces de captar reacciones emocionales aunque no las expresemos con palabras. Si vuelve a leer las pautas que hemos dado para detectar a una persona con poca autoestima, puede intuir cómo esas creencias van a dominar las relaciones con los hijos.

•  Los padres con baja autoestima esperan que sus hijos realicen todas las metas que ellos no han conseguido. Esto obliga a los hijos a vivir asumiendo las prioridades de sus padres y no las suyas propias. O se convierten en una prolongación de sus mayores o se plantean una vida de continuos enfrentamientos con ellos.

•  La baja autoestima provoca altos niveles de ansiedad porque la persona teme enfrentarse a cualquier situación para la que no se vea capacitada. Duda de sus propias capacidades para resolver cualquier situación nueva. Tener un hijo, es una de las situaciones que puede provocar mayor ansiedad. Esto acaba dificultando las relaciones entre los padres e hijo: los padres se sienten incapaces ante la situación y “culpan” al hijo (porque llora, porque no come, porque no obedece, porque no duerme, porque…)

•  Los hijos que tienen una buena autoestima intentarán probar soluciones nuevas, hacer las cosas a su manera, demostrar que pueden hacer cosas solos. Los padres con baja autoestima ven en esta independencia de sus hijos una amenaza a su cariño y a sus pautas educativas.

•  Los padres con baja autoestima no saben cómo modificar las conductas de sus hijos. Ya se trate de corregirles por un comportamiento incorrecto o de felicitarles por algo que han hecho bien, no saben hacerlo con sinceridad y de forma precisa. Utilizarán frases como: “Eres un auténtico desastre , todo lo haces mal” o bien, “Eres maravilloso , el másinteligente del mundo”. Estas frases desconciertan al niño porque no le ofrecen información acerca de lo que está haciendo bien o mal, no le ofrecen ninguna pista sobre su comportamiento. Para que realmente tuvieran efecto se podrían haberse cambiado por: “Cuando utilices el borrador debes sujetar la hoja para que no se arrugue” o “Este trimestre se ve que te has esforzado en tus estudios porque tus notas han mejorado mucho, todas las asignaturas aprobadas y dos de ellas con sobresaliente. ¡Enhorabuena!”. Lo más frecuente es que estos padres acaben por no ofrecer nunca refuerzo positivo a sus hijos (alabanzas).

•  Los mensajes que envían a sus hijos acerca del éxito reflejan sus propias contradicciones. Les impulsan a que trabajen para conseguirlo pero a la vez estos mensajes llevan implícita la semilla del fracaso: “Tienes que esforzarte por conseguirlo, pero no confíes demasiado en que vaya a salir bien”. Enseñan a sus hijos a ponerse la venda antes de tener la herida para que no sufran cuando llegue el fracaso como han aprendido a hacer ellos. Consideran que una contrariedad es una derrota y preparan a sus hijos para que no sufran, en lugar de prepararles para enfrentarse a los fracasos con tesón y constancia.

Es el momento de hacer examen de conciencia. ¿Su autoestima está por los suelos? Ponga remedio a esta situación. Aprenderá a ser más feliz y a mejorar sus relaciones con los demás. Pero, si no quiere hacerlo por usted, hágalo al menos por sus hijos. Dicen que los hijos no obedecen, imitan. No permita que imiten de usted esos sentimientos de falta de amor y respeto a sí mismo. Pocos cambios de los que usted se decida a emprender tendrán efectos tan beneficiosos para su familia como mejorar su propia autoestima. Deje sus miedos aparcados y empiece a confiar en su éxito.

¿Cómo gestionar empleados “a distancia”?

Cuando una empresa consigue crear un buen clima laboral en sus instalaciones, ya se trate de una oficina, una tienda o una fábrica, está aportando uno de los ingredientes imprescindibles para alcanzar el éxito empresarial: a ninguno se nos escapa la relación directa que existe entre motivación de la plantilla y rentabilidad de la empresa.

business teamwork on puzzle pieces

Entonces, ¿qué ocurre cuando una buena parte de nuestros empleados no desempeña sus funciones bajo el mismo techo que sus supervisores, cuando no se encuentran bajo su supervisión directa?

La administración del personal que realiza su trabajo fuera de las instalaciones de la empresa (*) requiere tener en cuenta algunas características específicas que vamos a abordar desde este artículo.

Personalidad del trabajador externo

Existen en psicología numerosos estudios que tratan de identificar cuál es la personalidad más adecuada al tipo de tarea que cada trabajador debe desempeñar en función del puesto que ocupa. Estos son algunos rasgos de personalidad que se deben tener en cuenta cuando debamos seleccionar a los trabajadores externos de nuestra empresa:

•  Deben saber desenvolverse con independencia.

•  Deben ser personas honestas y en quienes se pueda confiar; no debemos olvidar que no existirá una supervisión directa del trabajo mientras éste se realiza.

•  Es imprescindible que tengan seguridad en sí mismos y en sus capacidades en relación a la tarea que deben desempeñar.

•  Han de ser resolutivos, capaces de tomar decisiones propias y adecuadas a las circunstancias en cualquier momento.

•  Deben tener suficiente autoconocimiento personal para saber cuándo deben pedir ayuda antes de que sea “demasiado tarde”.

En relación a la tarea…

La norma básica y principal que se debe tener en cuenta cuando asignamos trabajo a nuestros empleados externos es mantener una buena comunicación con ellos, es decir:

•  Las metas deben estar claras: debemos ser muy específicos al transmitir cuáles son los resultados que esperamos obtener.

•  Un planteamiento claro de cómo se debe realizar la tarea. Si se ha iniciado una línea de trabajo equivocada y no se corrige a tiempo puede suponer tirar al traste muchas horas de trabajo.

•  Canal directo y siempre disponible para la comunicación entre el supervisor y el trabajador.

La imagen de la empresa

Pongamos como ejemplo que nos encontramos en casa con nuestra familia y decidimos hacer un pedido a una pizzería para que nos lleve la cena a nuestro domicilio. Cuando aparece el repartidor con el pedido, su aspecto es sucio y desaliñado y nos trata de forma grosera. ¿Pensaremos que este repartidor en concreto es grosero y sucio? ¿o pensaremos que la pizzería “X” es un lugar sucio y da un trato grosero a sus clientes? Esto último es lo más probable.

Este es sólo un ejemplo de la importancia que tiene dar una buena formación a nuestro personal externo. Debemos hacerles ver que ellos son la imagen que el cliente tiene de la empresa. Si se trata de empleados que van uniformados esto es aún más importante, ya que quien le ve no es sólo el cliente que está en contacto directo con ese empleado, sino cualquier persona con la que éste se cruce.

Cuando nuestro repartidor circula entre el tráfico saltándose los semáforos y haciendo adelantamientos temerarios con un vehículo rotulado con el nombre de nuestra empresa, no es ese empleado el que hace las cosas mal… a ojos de cualquier espectador es toda nuestra empresa la que lo está haciendo mal.

Peligros que se deben evitar

•  Que el trabajador deje de sentirse parte de la empresa. Para ello es imprescindible fomentar sistemas de motivación de plantilla, fomentar los sentimientos de orgullo por representar a la empresa, recordar la responsabilidad que supone ser la imagen de la empresa, hacer seguimientos y revisiones del desempeño con cierta frecuencia, etc.

•  Riesgo de no cumplir con los plazos establecidos. Para evitarlo es necesario establecer fechas límite a corto plazo y subdividir la tarea siempre que sea posible.

•  Disminución del rendimiento a causa de la falta de una jornada laboral estricta. Este peligro puede evitarse seleccionando personal con una buena capacidad de autorregulación.

•  Distanciamiento “emocional” entre supervisor y empleado. Esto es más frecuente desde que los trabajadores realizan su tarea sin necesidad de acudir en ningún momento al centro de trabajo gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, como internet o el correo electrónico. Para favorecer las relaciones personales entre los trabajadores se deben programar reuniones con una cierta frecuencia. No menos de cuatro por año.

(*) Denominaremos “externos” a este tipo de trabajadores, desde el punto de vista del lugar dónde realizan su trabajo y no por el tipo de contrato.

¡No tengo tiempo! Cuatro claves para organizarse mejor

Four colourful alarm clocks isolated on white background 3DTodos atravesamos por épocas en las que nos parece que el día debería tener más horas. Hay circunstancias ajenas a nosotros que pueden afectar a nuestro ritmo de trabajo normal . Pero para algunas personas la sensación de que le faltan de horas en el día se convierte en una rutina. Si este es tu caso, aquí tienes cuatro sencillas claves para organizar mejor tu tiempo.

El tiempo es un bien universal repartido de forma democrática entre todos nosotros. Todos empezamos cada día con la misma cantidad de tiempo en nuestro contador: 86.400 segundos. De cada uno de nosotros depende cómo administramos ese tiempo.

En un primer momento podríamos pensar que una persona a la que le falta tiempo para finalizar sus tareas es una persona con más obligaciones que otra que sí las termina. Pero entonces por qué el dicho de “si quieres que algo se haga, encárgaselo a una persona ocupada”.

Por regla general, la realidad es otra y tiene que ver con la capacidad para la organización del tiempo. Si habitualmente nos falta tiempo deberíamos plantearnos cómo estamos organizados. Te presentamos cuatro sencillas claves que te ayudarán a sacar mayor rendimiento a las horas del día.

1. Deja de hacer cosas innecesarias.

De todas las cosas que debemos hacer en un día, aquello que no es importante ni urgente, acaba siendo una pérdida de tiempo y por tanto deberíamos dejar de hacerlas. Analiza a qué actividades dedicas tu tiempo a lo largo de un día normal de trabajo y si podrías dedicarlo a actividades más importantes.

Deberíamos dedicar la mayor parte de nuestro tiempo a realizar tareas productivas, que nos reporten un alto rendimiento. Es decir a tareas planificadas, importantes pero no urgentes.

Otra parte de nuestro tiempo se dedica a compromisos ineludibles, actividades importantes y que no se pueden posponer: reuniones imprevistas, visitas inesperadas, etc.

Por desgracia, en todos los empleos existen los conocidos “gajes del oficio”: las crisis, los apaga fuegos, las fechas límites… Parte del tiempo que se dedica a los gajes del oficio podría haberse dedicado a otras actividades más productivas si se hubiera realizado una buena planificación. En este caso nos encontramos realizando actividades urgentes pero que carecían de importancia antes de convertirse en urgentes.

En una situación ideal deberíamos dedicar el 50% de nuestro tiempo a tareas productivas e importantes, tanto en lo profesional como en lo personal.

2. Delega.

Este epígrafe es un clásico en cualquier manual de gestión del tiempo. Delegar es difícil. Unas veces por exceso de celo (creemos que nadie podrá hacer el trabajo tan bien como nosotros mismos), otras por mala planificación (falta de tiempo para enseñar a otro cómo realizar la tarea que debemos delegar), lo cierto es que nos resulta difícil delegar tareas o funciones.

Los problemas surgen cuando, por no delegar, disponemos de menos tiempo para realizar otras actividades más importantes o bien terminamos delegando tareas cuya responsabilidad es exclusivamente nuestra.

3. Analiza y luego actúa.

Es frecuente ante un exceso de trabajo lanzarse a realizar las tareas sin haber analizado previamente la situación. Estos retrasos se podrían haber evitado dedicando algo de tiempo a planificar la tarea. Como dijo Abraham Lincoln: si dispusiera de ocho horas para cortar un árbol, emplearía seis en afilar el hacha .

4. Si no quieres perder tu tiempo no se lo hagas perder a otras personas.

•  Siempre que puedas, planifica tus reuniones para que todos sepan cuáles serán los temas a tratar y puedan prepararlos con antelación.

•  Aprende a dirigir reuniones para que no se conviertan en un interminable debate.

• Practica la puntualidad. Ni siendo el jefe se puede excusar tener a los demás esperándote. Para evitarlo, planifica. La falta de tiempo no puede convertirse en la excusa para hacer perder el tiempo a los demáss.