Cuál es el precio del éxito

camino al exitoVivimos en una sociedad cada vez más hedonista. Buscamos el placer por el placer y lo justificamos con expresiones como «yo no he venido a este mundo a sufrir». Pero, entre el sufrimiento inútil y la total falta de esfuerzo y compromiso con el mundo que nos rodea, hay un amplio abanico de posibilidades que nos acercan a la felicidad.

El valor del éxito

No me refiero aquí al precio que se paga por alcanzar el éxito. Sino más bien a la toma de conciencia de lo importante que es para el ser humano planificar sus metas e ir por ellas. El éxito no es otra cosa que la superación de metas. Esas metas pueden comprometernos con el exterior y en este caso nuestro éxito será aplaudido socialmente. O puede que se trate de compromisos personales. No tienen el mismo efecto de cara al exterior, pero son igual de necesarios que los otros para alimentar una buena autoestima.

En efecto, los dos componentes más importantes de nuestra autoestima son: la imágen que tenemos de nosotros mismos y la imágen que tienen los demás.

Pero puestos a elegir, muchas personas preferirían el reconocimiento social por un logro inmerecido, que la satisfacción personal por un reto superado. Y esto en parte es normal. Somos seres sociales. Sin el reconocimiento de nuestros congéneres muchas de nuestras metas no tendrían sentido. Piense sino en las grandes fortunas. Una vez que las necesidades están cubiertas, todo el gasto acaba siendo ostentación de riqueza de cara al exterior. Pero esa misma ostentación es lo que da significado social al éxito financiero.

Imagine por un momento que le ofrecen una fortuna, pero con la condición de que gaste el dinero en cosas estrictamente necesarias: no puede hacer alarde ni ostentación de esa riqueza; no puede comprar un traje de mil si lo encuentra de cien. En esta situación, disponer de esa riqueza perdería en gran medida su encanto. Aunque usted tuviera el convencimiento íntimo de poseer esa fortuna, no recibiría el halago y las muestras de interés de los demás.

El precio del éxito

Valoramos cada vez a aquellas personas que alcanzan el éxito, que triunfan, que parecen haber logrado todo en la vida. Pero no siempre la imágen del exterior coincide con la interior. El verdadero éxito se alcanza cuando tu imágen exterior no traiciona tu propia esencia. Cuando no tienes que renunciar a lo básico para lograr lo superficial.

Pero la veneración por el halago y el aplauso nos hace olvidar a veces que, cuando el éxito no se apoya en los cimientos de la ética personal, es efímero y doloroso de recordar. Es como el globo que se infla y asciende sólo por el impulso del aire que va perdiendo. Sube a costa de vaciarse por dentro.

No debemos pagar cualquier precio por el éxito. Es difícil que llegar a triunfar en todas las áreas de nuestra vida traficando con nuestra integridad.

Si quieres resplandecer por los éxitos conseguidos, debes plantearte metas consensuadas para cada área de tu vida: familiar, profersional, personal, financiera, social…

En una reciente entrevista a la cantante británica Lucie Silvas – número uno en ventas en España, Alemania, Holanda y Francia- decía: «Sé que esto es lo que quiero hacer (componer y cantar) pero sólo puedes aprender a disfrutar el éxito cuando te aseguras de que no has perdido o dejado nada en el camino». Tiene mucha razón esta joven triunfadora de tan sólo 20 años. Casi más importante que lograr el éxito es poder disfrutar de él una vez que lo has logrado.

Y para eso es imprescindible mantenernos fieles a nosotros mismos.

Descubre si estás saboteando tu propio éxito

cerebro y corazónCuando las cosas no salen como esperábamos nos sentimos frustrados y heridos en la línea de flotación de nuestra autoestima. Pero, ¿te has parado a pensar si eres tú quien boicotea tus propios planes con pensamientos paralizantes?

 

Nuestro cerebro parlante

Te voy a pedir que hagas un sencillo ejercicio. Cierra los ojos y quédate cinco minutos sin pensar en nada.

Si acostumbras a hacer meditación es posible que esta fase ya la tengas superada. ¿A qué fase me estoy refiriendo? A la de tomar conciencia de que nuestro cerebro (mente, parte pensante, o cómo quieras referirte al centro donde se forman los pensamientos), no se calla nunca.

Si has podido permanecer en “silencio mental” durante los cinco minutos, ¡enhorabuena! Eso significa que tienes mucho camino recorrido para poder hacerte con los mandos de tus pensamientos.

Pero si eres como la mayoría de los mortales, lo más probable es que tu mente haya viajado hacia las situaciones más inverosímiles. Desde recordar la lista de la compra, hasta planificar cómo pedir un aumento a tu jefe, pasando por no poder quitarte del pensamiento el oso blanco de Tolstoi.

Lo cierto es que resulta prácticamente imposible no pensar en nada (en realidad no era un “sencillo ejercicio”).

¿En qué pensamos cuando pensamos?

Esto es lo mismo que preguntarnos acerca de nuestro diálogo interno. En realidad lo que nos interesa saber es cómo nutrimos nuestros pensamientos, con qué materia prima.

La mejor forma de explicarlo es mediante un ejemplo. Estás delante de alguien que te atrae y al que te gustaría conocer. Sólo tienes que presentarte e iniciar una conversación con él o ella. ¿Cuáles son tus pensamientos en esta situación?

Piensas en lo interesante que será el tema de conversación, en que tiene una voz agradable, en que podrás demostrarle que eres buen conversador…

O por el contrario te preguntas por qué alguien tan interesante iba a querer conocerte. Nunca se te ocurren temas de conversación interesantes y además sabes que pensará que te entrometes, que pondrá una excusa de que no tiene tiempo y te dejará con la palabra en la boca y quedarás como un tonto entrometido.

No es difícil adivinar en cuál de los dos casos darías el paso de presentarte. Así es como juegan nuestros pensamientos en nuestro favor o en nuestra contra.

Analiza tus pensamientos

El ser humano es el único animal, que se sepa, que puede reflexionar sobre el contenido de sus pensamientos. Es el momento de poner a funcionar esta capacidad para beneficiarnos de ella.

Si hay un área de tu vida en la que de forma persistente las cosas no salen como te gustaría, debes analizar con qué pensamientos estás alimentando esa parte de tu vida. Cuál es tu diálogo interno. Te motivas o te pones excusas.

Cuando nos decimos a nosotros mismos que no seremos capaces de hacer algo, ¿cómo esperar que lo hagamos? Para otro capítulo queda analizar porqué nos boicoteamos de esta forma.

 

Da el primer paso

En estas fechas resulta muy socorrido escribir artículos acerca de qué hacer para que se cumplan nuestras metas. Si uno se pasea por la web se puede encontrar un sin fin de artículos e innumerables recetas sobre los pasos para hacer realidad, este año sí, nuestras metas, propósitos y buenas intenciones.

No nos vamos a engañar. En enero todos nos cargamos de buenos deseos y de un montón de planes para el año que comienza. Están los clásicos de perder peso, dejar de fumar, aprender inglés, retomar los estudios… Y también los que cada uno de nosotros guardamos en el fondo de nuestra alma deseando que se cumplan, sin atrevernos casi a mencionarlos por inconfesables.
Dicen los expertos en esto de planificar, que para que las metas se cumplan, un paso imprescindible es ponerlas por escrito. Y una vez escritas, tenerlas bien cerca y poder leerlas de vez en cuando, para recordarlas.
Una vez escritas, divídelas en pasos más pequeños y decidir cual es el primero que necesitas dar. Si te planteas tu objetivo como un todo se convierte en algo «enorme» y lo más probable es que te sientas incapaz de conseguirlo, o «tan lejano» que pienses que nunca lo podrás alcanzar. Pero, si conviertes cada paso a recorrer hasta alcanzar tu meta en una nueva meta «intermedia», descubres que el esfuerzo que necesitas hacer de cada vez no es tan grande.
Sin darte cuenta, el camino hacia tu objetivo se habrá llenado de pequeñas etapas que pueden ser muy sencillas de alcanzar. Y en cada una de ellas, lo mas importante es concentrarte en dar el primer paso.
Porque … ¿cómo te comerías un elefante? Evidentemente: filete a filete.

El árbol que da frutos

Hoy he leído en Facebook el comentario de un amigo, molesto por lo que se había dicho de él en un artículo en un periódico importante de España. Rápidamente he recordado una frase de esas que te envian por correo electrónico, pero de las que conviene mantener «frescas» en la memoria:

«Sólo se tiran piedras contra el árbol que da frutos«.
Estoy convencida de que si él no fuera importante y no estuviera haciendo las cosas bien, nadie se tomaría la molestia de escribir nada sobre él, ni bueno, ni malo.
A veces queremos el éxito y el triunfo pero no nos preparamos para aceptar las críticas que eso conlleva. Hay quienes nos critican sólo por un ejercicio de simple envidia, pero también hay quien nos critica porque no está de acuerdo con el modo en el que hacemos las cosas, y eso está bien, la diversidad es buena, las opiniones diferentes son buenas… Pero cuando nos descalifican y nos atacan desde la burla porque no tienen argumentos, entonces, lo único que consiguen es elevarnos por encima de nuestros propios logros.
Tal vez sea el momento de plantearnos cómo son nuestras críticas hacia los demás.  ¿Envidiamos el fruto ajeno y le tiramos piedras para tratar de hacernos con él, o nos dedicamos a cultivar nuestros propios frutos?
¿Tú qué opinas?