Siempre he creído que la autoestima es una de las bases fundamentales para que las personas puedan llegar a ser felices y a desarrollar todo su potencial. Algunos autores consideran que las limitaciones que provoca una baja autoestima son comparables a las de una minusvalía física. Pero el verdadero problema de la baja autoestima es que no se limita sólo a la persona que la sufre, sino que se trasmite de padres a hijos como si de información genética se tratara.
Para reconocer si una persona tiene poca autoestima, a continuación damos algunas pautas que son válidas tanto para niños como para adultos. Son personas que:
• Evitan tener que enfrentarse a situaciones que les provoquen ansiedad.
• Consideran que no tienen dotes naturales para casi nada (música, dibujo, leer, relacionarse con los demás, cantar, hablar, bailar, jugar…).
• Sienten que las otras personas piensan igual que ellos, que no valen para hacer casi nada.
• Siempre buscan la culpabilidad en los demás para justificar todo aquello que les sale mal.
• Se dejan manejar e influir por otros.
• Cuando alguien opina de forma diferente a ellos, se ponen a la defensiva.
• Se frustran con facilidad cuando las cosas no salen como esperaban.
• Ante una contrariedad se sienten impotentes para superarla.
• Demuestran poca emotividad, como si nada les interesara realmente.
Uno de los componentes de la autoestima, tal vez el más importante, es el amor que uno se tiene a sí mismo. Los niños vienen al mundo dotados de una capacidad especial para detectar el estado emocional de sus padres. Pronto aprenden cuando están felices o tristes, y cuando están a gusto consigo mismos. Y pronto descubren también cómo pueden influir ellos en esos sentimientos.
Los padres pensamos que podemos disimular ante los hijos nuestros verdaderos sentimientos. Pero los niños son capaces de captar reacciones emocionales aunque no las expresemos con palabras. Si vuelve a leer las pautas que hemos dado para detectar a una persona con poca autoestima, puede intuir cómo esas creencias van a dominar las relaciones con los hijos.
• Los padres con baja autoestima esperan que sus hijos realicen todas las metas que ellos no han conseguido. Esto obliga a los hijos a vivir asumiendo las prioridades de sus padres y no las suyas propias. O se convierten en una prolongación de sus mayores o se plantean una vida de continuos enfrentamientos con ellos.
• La baja autoestima provoca altos niveles de ansiedad porque la persona teme enfrentarse a cualquier situación para la que no se vea capacitada. Duda de sus propias capacidades para resolver cualquier situación nueva. Tener un hijo, es una de las situaciones que puede provocar mayor ansiedad. Esto acaba dificultando las relaciones entre los padres e hijo: los padres se sienten incapaces ante la situación y “culpan” al hijo (porque llora, porque no come, porque no obedece, porque no duerme, porque…)
• Los hijos que tienen una buena autoestima intentarán probar soluciones nuevas, hacer las cosas a su manera, demostrar que pueden hacer cosas solos. Los padres con baja autoestima ven en esta independencia de sus hijos una amenaza a su cariño y a sus pautas educativas.
• Los padres con baja autoestima no saben cómo modificar las conductas de sus hijos. Ya se trate de corregirles por un comportamiento incorrecto o de felicitarles por algo que han hecho bien, no saben hacerlo con sinceridad y de forma precisa. Utilizarán frases como: “Eres un auténtico desastre , todo lo haces mal” o bien, “Eres maravilloso , el másinteligente del mundo”. Estas frases desconciertan al niño porque no le ofrecen información acerca de lo que está haciendo bien o mal, no le ofrecen ninguna pista sobre su comportamiento. Para que realmente tuvieran efecto se podrían haberse cambiado por: “Cuando utilices el borrador debes sujetar la hoja para que no se arrugue” o “Este trimestre se ve que te has esforzado en tus estudios porque tus notas han mejorado mucho, todas las asignaturas aprobadas y dos de ellas con sobresaliente. ¡Enhorabuena!”. Lo más frecuente es que estos padres acaben por no ofrecer nunca refuerzo positivo a sus hijos (alabanzas).
• Los mensajes que envían a sus hijos acerca del éxito reflejan sus propias contradicciones. Les impulsan a que trabajen para conseguirlo pero a la vez estos mensajes llevan implícita la semilla del fracaso: “Tienes que esforzarte por conseguirlo, pero no confíes demasiado en que vaya a salir bien”. Enseñan a sus hijos a ponerse la venda antes de tener la herida para que no sufran cuando llegue el fracaso como han aprendido a hacer ellos. Consideran que una contrariedad es una derrota y preparan a sus hijos para que no sufran, en lugar de prepararles para enfrentarse a los fracasos con tesón y constancia.
Es el momento de hacer examen de conciencia. ¿Su autoestima está por los suelos? Ponga remedio a esta situación. Aprenderá a ser más feliz y a mejorar sus relaciones con los demás. Pero, si no quiere hacerlo por usted, hágalo al menos por sus hijos. Dicen que los hijos no obedecen, imitan. No permita que imiten de usted esos sentimientos de falta de amor y respeto a sí mismo. Pocos cambios de los que usted se decida a emprender tendrán efectos tan beneficiosos para su familia como mejorar su propia autoestima. Deje sus miedos aparcados y empiece a confiar en su éxito.
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