Ante un empleado que no alcanza el rendimiento esperado surgen varios interrogantes:
• ¿Qué está ocurriendo con esa persona?
• ¿Qué ha cambiado para que, de pronto, su trabajo tenga tan poca calidad?
• ¿Tiene la empresa alguna responsabilidad o es sólo problema del propio empleado?
Sin duda puede haber multitud de razones que expliquen ese bajo rendimiento. Nosotros nos vamos a centrar sólo en algunas de ellas.
La falta de motivación
Una de las cualidades que más satisfacciones proporciona a una persona es que sepa auto motivarse. Que sea capaz de encontrar dentro de sí y en su tarea diaria la energía necesaria para dar en cada momento lo mejor de sí mismo. La motivación es el motor que nos mueve. Puede tratarse de motivación interna (por ejemplo demostrarse a uno mismo que se puede hacer mejor) o motivación externa (trabajar a cambio de un salario).
A nivel laboral, una de las cualidades más necesarias en un líder es su capacidad para motivar a sus empleados.
Los avances tecnológicos han igualado a las empresas y han hecho que el factor humano se convierta en el valor fundamental que diferencia a unas de otras. Una empresa que cuente con todos los avances tecnológicos pero con una plantilla desmotivada, es una empresa condenada al fracaso.
Hasta hace poco, el recurso que se empleaba para motivar al personal era casi exclusivamente la compensación económica. Pero lo cierto es que hay muchas otras formas de motivar a una persona para que dé lo mejor de sí misma en su tarea diaria sin tener que realizar importantes desembolsos económicos:
- Ofrecerle información frecuente, veraz y sistematizada de su desempeño laboral
- Planificar, apoyado en un sistema de evaluación, un programa de metas a alcanzar
- Permitirle participar en las decisiones de la empresa
- Utilizar el tiempo libre como sistema de compensación por el trabajo bien realizado
- Apoyar el desarrollo del empleado ofreciéndole nuevas tareas de responsabilidad creciente, facilitándole la asistencia a cursos de formación…
- Compartir los éxitos de la empresa con los empleados, festejando y celebrando como medio de reconocimiento por el trabajo bien hecho
- etc.
Las personas siempre tenemos una motivación que nos mueve a hacer las cosas, aunque a veces sea necesario analizar mucho para llegar al fondo de esa motivación, para conocer la causa última que nos pone en funcionamiento. Pero como seres sociales que somos, lo que siempre funciona es nuestra necesidad de reconocimiento y mérito por parte de los demás.
Cuando el miedo nos paraliza
1. Muchas más veces de las que pensamos detrás de una persona con bajo rendimiento hay una persona paralizada por el miedo.
En el mundo de la empresa es muy normal en encontrarnos de frente con el miedo en todas sus facetas. Como suelen decir los maestros budistas: Muy pocas veces no sentimos miedo, sólo cuando sentimos pánico .
En 2005 se realizó en España un estudio (1) con 185 directivos y mandos intermedios asistentes a seminarios y conferencias. El 38% reconocieron temer al fracaso (el 14% a la toma de decisiones, otro 14% al error y el 10% a no alcanzar los objetivos).
Muchas personas asocian el fracaso directamente con su valía personal y fracasar supone para ellas una merma en su autoestima. Esto hace que prefieran no arriesgarse a fallar y sentirse heridos en el concepto que tienen de sí mismos.
2. Otra razón para temer al fracaso es el que tiene el perfeccionista. No necesita que nadie ajeno a él le presione porque ya lo hace él mismo. No soporta hacer nada mal por los reproches que se dirige a sí mismo. Esto hace que siempre mantenga su conducta bajo una escrupulosa observación para no saltarse ni un fallo que haya podido cometer y auto castigarse por ello. Esto también provoca en ocasiones el conocido efecto de parálisis por análisis : Ante la posibilidad de que no salga perfecto, prefieren asumir el no hacer nada a un posible error, por muchas ventajas que actuar pudiera reportarles.
3. Una tercera posibilidad del miedo al fracaso es la que presentan quienes están paralizados por el miedo a perder el reconocimiento de los demás. Esto lleva a algunas personas a preferir no hacer nada antes que implicarse en un proyecto que no están seguros de conseguir llevar a buen puerto.
No es fácil hacer desaparecer este tipo de miedos. Son el reflejo de un aprendizaje a lo largo de toda la vida de la persona. Los estudios realizados sobre el miedo nos demuestran que son muy comunes.
Soluciones
- Una forma de ayudar a asumir cada vez mayores responsabilidades es ir reforzando los pequeños acercamientos a decisiones de riesgo.
- Permitir a la persona tomar decisiones en las que se pueda equivocar dentro de un marco seguro para la empresa.
- También debemos analizar cuáles han sido nuestras reacciones como responsables de la empresa ante situaciones en las que se han tomado decisiones equivocadas para asegurarnos de que no estamos siendo nosotros mismos los que provocamos inseguridad en los empleados.
Reforzar la valía personal, reconocer la existencia del miedo y ayudar a manejarlo presentándolo en dosis pequeñas, son algunas de las medidas que se pueden tomar para ayudar a quienes trabajan con nosotros a ir perdiendo el miedo a tomar decisiones.
Síndrome de Burnout
También conocido como el síndrome del trabajador quemado. Afecta principalmente a personas sometidas a la presión de un trabajo exigente y de gran responsabilidad.
La apariencia externa es de una persona desinteresada en su trabajo, apática, con problemas de absentismo laboral y de bajo rendimiento. En realidad se trata de una persona que se siente fracasada porque considera que no es capaz de alcanzar los objetivos marcados por su empresa. Esta situación le lleva a la decepción de sí mismo y le provoca baja autoestima.
Para evitarlo debemos cambiar nuestra forma de trabajar:
- Marcarnos objetivos realistas, escapar de las situaciones rutinarias.
- Distanciarnos de los problemas procurando no llevarnos el trabajo a casa.
- Deberíamos fijarnos más en los aspectos positivos (esta debería ser una norma para todos nosotros) y menos en los fracasos y las frustraciones.
- Tan importante como todo lo anterior es aprender a decir “no”. Hay personas que temen dar un no por respuesta y acaban con más trabajo del que pueden hacerse cargo.
Cuando el problema supera la capacidad de la persona para enfrentarse a la situación es aconsejable ponerse en manos de un profesional para que le ayude a retomar el rumbo en el trabajo.
(1) Estudio Talento, Miedo y Resultados . Abril-Junio 2005. Muestra: 185 directivos y mandos intermedios.
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